LA REINA ESTER
Durante los tiempos de la cautividad Babilónica, surgió un hombre que, como primer ministro del Imperio, lanzó un ataque contra los judíos e intentó borrar a este pueblo de la faz de la tierra, de la misma manera que Hitler lo intentó en una época más reciente, pero no lo pudo lograr por la intervención de Dios a través de Ester, una reina judía en un país extranjero.
En el capítulo 1 del libro se relata que el rey Asuero, quien gobernaba 127 provincias, desde la India hasta Etiopía, al cumplir tres años de mandato hizo un banquete por siete días para todo el pueblo.
Al sétimo día mandó a traer la reina Vasti pero ésta se negó. Entonces el rey mandó a traer a sus consejeros, los cuales le recomendaron que emitiera un decreto que dijera que las mujeres debían dar honra a sus maridos y que todo marido afirmarse su autoridad en casa. Lo segundo que le aconsejaron fue que se hiciera de otra reina (Ester 1:22).
El rey así lo hizo, emitió el decreto y luego ordenó que trajeran a todas las mujeres vírgenes y de buen aspecto del reino para escoger una reina de entre todas ellas. Las jóvenes fueron apareciendo, una tras otra, y entre ellas estaba una joven muy hermosa de origen judío llamada Ester, que era una de las cautivas que habían sido llevadas de Jerusalén a Babilonia. Ella había quedado huérfana y su primo Mardoqueo la había adoptado como hija suya (Ester 2:1-8).
Y la doncella Ester agradó a los ojos del Rey, y halló gracia delante de él, por lo que hizo darle prontamente atavíos y alimentos, y le dio también siete doncellas especiales de la casa del rey; y la llevó con sus doncellas a lo mejor de la casa de las mujeres. Ester no declaró cuál era su pueblo ni su parentela, porque Mardoqueo le había mandado que no lo declarase (Ester 2:9-10).
Pasados seis meses, Ester llevada al rey Asuero a su casa real. Y el rey amó a Ester más que a todas las otras mujeres, y halló ella gracia y benevolencia delante de él más que todas las demás vírgenes; y el rey puso la corona real en su cabeza, y la hizo reina en lugar de Vasti. Hizo luego el rey un gran banquete a todos sus príncipes y siervos, el banquete de Ester; y disminuyó tributos a las provincias, e hizo y dio mercedes conforme a la generosidad real (Ester 2:16-18).
Resulta que dos eunucos estaban conspirando para matar al Rey, pero Mardoqueo que estaba sentado a la puerta de la casa del Rey los escuchó y se lo hizo saber a Ester; ésta se lo hizo saber también al Rey quien investigó el asunto y viendo que era cierto mando matar a los conspiradores (Ester 2:19-23).
Después de estas cosas el rey Asuero engrandeció a Amán hijo de Hamedata agagueo, y lo honró, y puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él. Y todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque así lo había mandado el rey; pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba. Y los siervos del rey que estaban a la puerta preguntaron a Mardoqueo: ¿Por qué traspasas el mandamiento del rey? Aconteció que hablándole cada día de esta manera, y no escuchándolos él, lo denunciaron a Amán, para ver si Mardoqueo se mantendría firme en su dicho; porque ya él les había declarado que era judío (Ester 3:1-4).
Y vio Amán que Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él; y se llenó de ira. Pero no solamente quiso acabar con Mardoqueo sino con todos los judíos que había en el Reino. Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir. Si place al rey, decrete que sean destruidos; y yo pesaré diez mil talentos de plata a los que manejan la hacienda, para que sean traídos a los tesoros del rey. Entonces el rey quitó el anillo de su mano, y lo dio a Amán, y le dijo: La plata que ofreces sea para ti, y asimismo el pueblo, para que hagas de él lo que bien te pareciere. Entonces fueron llamados los escribanos del rey y fue escrito conforme a todo lo que mandó Amán, a los sátrapas del rey, a los capitanes que estaban sobre cada provincia y a los príncipes de cada pueblo, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua; en nombre del rey Asuero fue escrito, y sellado con el anillo del rey. Y fueron enviadas cartas por medio de correos a todas las provincias del rey, con la orden de destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, en un mismo día, y de apoderarse de sus bienes. La copia del escrito que se dio por mandamiento en cada provincia fue publicada a todos los pueblos, a fin de que estuviesen listos para aquel día. Y salieron los correos prontamente por mandato del rey, y el edicto fue dado en Susa capital del reino. Y el rey y Amán se sentaron a beber; pero la ciudad de Susa estaba conmovida. (Ester 3:5-15).
Aquí tenemos a un pueblo que obedece a un principio de vida diferente, un pueblo que solamente se inclina ante el único Dios verdadero y no ante los ídolos ni sus imágenes (Éxodo 20:4). Y tenemos en frente al enemigo de Dios, incitando a Amán para que destruya al pueblo escogido, del cual nacería el Mesías.
Además Amán era agagueo,, venía de Agag, un rey de los amalecitas, lo por lo tanto era amalecita. Los amalecitas pelearon con Israel cuando estos estaban en camino hacia la tierra prometida y fueron declarados por Dios ENEMIGOS de Él:
Éxodo 17:14-16 “Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo. Y Moisés edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-nisi; y dijo: Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación.”
Mardoqueo jamás podría honrar al enemigo de Dios porque traicionaría a Dios, por lo tanto se negó a arrodillarse frente a Amán, confiando en que Dios lo libraría.
Sin embargo vemos hoy en día, como personas que dicen ser cristianas se arrodillan ante las imágenes y les rinden honra como si fueran dioses. Otro no hacen esto, pero se avergüenzan de compartir la palabra de Dios, pensando en el que dirán sus amigos no creyentes, y eso que no está en juego su vida.
Lo cierto de la historia, es que el rey cree en que Amán es su amigo y le invita a beber, felicitándose a sí mismo por ser tan sabio en la decisión que ha tomado.
Luego que supo Mardoqueo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad clamando con grande y amargo clamor. Y vino hasta delante de la puerta del rey; pues no era lícito pasar adentro de la puerta del rey con vestido de cilicio.
Y en cada provincia y lugar donde el mandamiento del rey y su decreto llegaba, tenían los judíos gran luto, ayuno, lloro y lamentación; cilicio y ceniza era la cama de muchos. Y vinieron las doncellas de Ester, y sus eunucos, y se lo dijeron. Entonces la reina tuvo gran dolor, y envió vestidos para hacer vestir a Mardoqueo, y hacerle quitar el cilicio; mas él no los aceptó. Entonces Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos del rey, que él había puesto al servicio de ella, y lo mandó a Mardoqueo, con orden de saber qué sucedía, y por qué estaba así. Salió, pues, Hatac a ver a Mardoqueo, a la plaza de la ciudad, que estaba delante de la puerta del rey. Y Mardoqueo le declaró todo lo que le había acontecido, y le dio noticia de la plata que Amán había dicho que pesaría para los tesoros del rey a cambio de la destrucción de los judíos. Le dio también la copia del decreto que había sido dado en Susa para que fuesen destruidos, a fin de que la mostrase a Ester y se lo declarase, y le encargara que fuese ante el rey a suplicarle y a interceder delante de él por su pueblo. Vino Hatac y contó a Ester las palabras de Mardoqueo. Entonces Ester dijo a Hatac que le dijese a Mardoqueo: Todos los siervos del rey, y el pueblo de las provincias del rey, saben que cualquier hombre o mujer que entra en el patio interior para ver al rey, sin ser llamado, una sola ley hay respecto a él: ha de morir; salvo aquel a quien el rey extendiere el cetro de oro, el cual vivirá; y yo no he sido llamada para ver al rey estos treinta días. (Ester 4:1-13)
Uno no podría esperar que Ester siendo la reina, se rehusara a ayudar, ya que no había la más remota posibilidad para Mardoqueo y los demás judíos de escapar de la ira de Amán. Sin embargo, la reina se rehúsa porque teme por su vida, ya que la ley ordenaba su muerte si iba al rey sin haber sido llamada.
Pero Mardoqueo, no dependía de Ester sino de Dios. Ciertamente Ester era una muy buena posibilidad y por eso Mardoqueo se lo pidió. Pero el hecho de que Mardoqueo le pidiera ayuda no significa que su confianza estaba en ella y no en Dios.
Y dijeron a Mardoqueo las palabras de Ester. Entonces dijo Mardoqueo que respondiesen a Ester: No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino? (Ester 4:14)
Mardoqueo sabía que Ester era reina por la gracia de Dios, que Dios la había puesto en el reino por algún motivo, por eso pidió su ayuda. Sin embargo, cuando vio que ella estaba renuente, le dijo que la liberación vendría de otra parte, en clara referencia a Dios ¿De dónde más vendría la liberación sino de Dios? Pero tú y la casa de tu padre no escaparan, terminó diciendo.
Siguiendo esta lección, nosotros también deberíamos confiar en Dios y no en los hombres. Jeremías 17:5-8 da a conocer por adelantado lo que pasará si ponemos nuestra confianza en los hombres y lo que pasará si la ponemos en Dios.
Jeremías 17:5-8 Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.
Por un lado tenemos al hombre que confía en los hombres y su corazón está lejos del Señor y por el otro tenemos al hombre que confía en Dios. Uno es como la retama en el desierto y el otro como árbol plantado junto corrientes de aguas. Uno habita en un lugar desierto, mientras que el otro junto al río, junto a un lugar lleno de vida.
Y Ester dijo que respondiesen a Mardoqueo: Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca. Entonces Mardoqueo fue, e hizo conforme a todo lo que le mandó Ester. (Ester 4:1-17).
Ester no podía convencer al Rey que Amán era su enemigo. Ella no podía luchar en la carne contra el enemigo espiritual que estaba detrás de Amán. Entonces le pide a Mardoqueo y al resto de los judíos que ayunen por tres días, que se humillen ante Dios para que Dios actúe.
En tres días y tres noches, algo que resulta altamente significativo ¿verdad? Al tercer día Ester se atavió con sus vestimentas reales y se fue al atrio interior del palacio del rey, frente a donde se encontraba la sala del rey, esperando atemorizada e insegura, sin saber apenas lo que sucederá cuando la viera el rey. Pero ella obtuvo gracia ante los ojos del rey; y el rey extendió a Ester el cetro de oro que tenía en la mano. Aquí vemos la respuesta de Dios a la humillación de su pueblo. Dios puso gracia en Ester y tocó el corazón del rey. Entonces vino Ester y tocó la punta del cetro. Dijo el rey: ¿Qué tienes, reina Ester, y cuál es tu petición? Hasta la mitad del reino se te dará. Y Ester dijo: Si place al rey, vengan hoy el rey y Amán al banquete que he preparado para el rey (Ester 5:1-4).
Vemos que cuando el rey extiende su cetro, Ester no le pide nada, sencillamente le invita a comer al día siguiente y le pide que traiga consigo a Amán. La respuesta, aparentemente lógica, hubiera sido que Ester le hubiese dicho de inmediato: "Mira, me has dicho que estás dispuesto a darme la mitad del reino, no me des la mitad del reino, solamente tráeme la cabeza de Amán en un plato”. Pero no fue eso lo que hizo Ester, ella estaba esperando que Dios se manifestara y por eso insistía de ir de un banquete a otro.
El Rey mandó a llamar a Amán para el banquete y mientras bebían vino volvió a preguntar: Cuál es tu petición, y te será otorgada? ¿Cuál es tu demanda? Aunque sea la mitad del reino, te será concedida. Entonces Ester le dijo: Mi petición y mi demanda es esta: “Si he hallado gracia ante los ojos del rey, y si place al rey otorgar mi petición y conceder mi demanda, que venga el rey con Amán a otro banquete que les prepararé; y mañana haré conforme a lo que el rey ha mandado”. (Ester 5:5-8).
Nuevamente la reina insistió en otro banquete para esperar a que Dios actuara. Aquel día Amán salió alegre y contento de corazón. Pero cuando Amán vio a Mardoqueo delante de él, y que no se levantaba ni temblaba delante de él, se llenó de ira contra Mardoqueo.
Pero se refrenó y volvió junto a su mujer y sus hijos y les dijo: "sabía que era el favorito del rey, pero ahora he descubierto que además soy el favorito de la reina y los tengo a los dos comiendo de mi mano y empieza a presumir de sus logros”
“Pero todo esto de nada me sirve cada vez que veo al judío Mardoqueo sentado a la puerta del rey”, dijo Amán. Y le dijo Zeres su mujer y todos sus amigos: “Hagan una horca de cincuenta codos de altura, y mañana di al rey que cuelguen a Mardoqueo en ella; y entra alegre con el rey al banquete”. Y agradó esto a los ojos de Amán, e hizo preparar la horca (Ester 5:12-14).
Como se ve, la situación se puso aun peor para Mardoqueo. Amán no iba a esperar hasta el día que estaba predispuesto para la destrucción de los judíos para verlo muerto. Quería que eso sucediera mucho antes y de hecho a la mañana siguiente. Evidentemente, si Dios iba a traer liberación a Mardoqueo tenía que hacerlo esa misma noche. Y eso fue lo que sucedió:
Aquella noche se le fue el sueño al rey y pidió que trajesen el libro de las memorias, las crónicas, y fueron leídas delante del rey. Entonces se enteró que fue Mardoqueo el que lo salvó de la muerte, cuando avisó a la reina del complot de los eunucos para matarlo. Entonces preguntó que quién estaba en el patio, le dijeron que Amán, el cual estaba allí para hablarle al rey de ahorcar a Mardoqueo. Entonces lo hizo traer y le preguntó ¿De qué manera se podría honrar a alguien? Pensando Amán que el Rey hablaba de él dijo: “traigan el vestido real de que el rey se viste, y el caballo en que el rey cabalga, y la corona real que está puesta en su cabeza; y den el vestido y el caballo en mano de alguno de los príncipes más nobles del rey, y vistan a aquel varón cuya honra desea el rey, y llévenlo en el caballo por la plaza de la ciudad, y pregonen delante de él”. Así se hará, dijo el Rey, “trae a Mardoqueo y has con él como has dicho”. Amán cumplió las órdenes del Rey y luego se fue a contarlo a su familia (Ester 6:1-13).
Fue, pues, el rey con Amán al banquete de la reina Ester. Y en el segundo día, mientras bebían vino, dijo el rey a Ester: ¿Cuál es tu petición, reina Ester, y te será concedida? ¿Cuál es tu demanda? Aunque sea la mitad del reino, te será otorgada. Entonces la reina Ester respondió y dijo: Oh rey, si he hallado gracia en tus ojos, y si al rey place, séame dada mi vida por mi petición, y mi pueblo por mi demanda. Porque hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para ser destruidos, para ser muertos y exterminados. Si para siervos y siervas fuéramos vendidos, me callaría; pero nuestra muerte sería para el rey un daño irreparable.
Respondió el rey Asuero, y dijo a la reina Ester: ¿Quién es, y dónde está, el que ha ensoberbecido su corazón para hacer esto? Ester dijo: El enemigo y adversario es este malvado Amán. Entonces se turbó Amán delante del rey y de la reina. Luego el rey se levantó del banquete, encendido en ira, y se fue al huerto del palacio; y se quedó Amán para suplicarle a la reina Ester por su vida; porque vio que estaba resuelto para él el mal de parte del rey. Después el rey volvió del huerto del palacio al aposento del banquete, y Amán había caído sobre el lecho en que estaba Ester. Entonces dijo el rey: ¿Querrás también violar a la reina en mi propia casa? Al proferir el rey esta palabra, le cubrieron el rostro a Amán. Y el rey ordenó colgar a Amán en la misma horca que éste había preparado para Mardoqueo y se apaciguó la ira del rey (Ester 7:1-10).
Dios había librado a Mardoqueo, él se había negado a honrar al enemigo de Dios, luego se vistió de cilicio y había ayunado, humillándose ante Dios y Dios lo había ensalzado.
El mismo día, el rey Asuero dio a la reina Ester la casa de Amán enemigo de los judíos; y Mardoqueo vino delante del rey, porque Ester le declaró que era su tío. Y se quitó el rey el anillo que recogió de Amán, y lo dio a Mardoqueo. Y Ester puso a Mardoqueo sobre la casa de Amán. Volvió luego Ester a hablar delante del rey, y se echó a sus pies, llorando y rogándole que anulase el decreto que ordenaba matar a los judíos. Como el rey no podía anular el decreto, entonces llamó a los escribanos para dar un nuevo decreto, el cual daba facultad a los judíos que estaban en todas las ciudades, para que se reuniesen y estuviesen a la defensa de su vida, prontos a destruir, y matar, y acabar con toda fuerza armada del pueblo o provincia que viniese contra ellos, y aun sus niños y mujeres, y apoderarse de sus bienes. Los correos, pues, montados en caballos veloces, salieron a toda prisa por la orden del rey; y el edicto fue dado en Susa capital del reino. Y salió Mardoqueo de delante del rey con vestido real de azul y blanco, y una gran corona de oro, y un manto de lino y púrpura. La ciudad de Susa entonces se alegró y regocijó; y los judíos tuvieron luz y alegría, y gozo y honra. Y en cada provincia y en cada ciudad donde llegó el mandamiento del rey, los judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer. Y muchos de entre los pueblos de la tierra se hacían judíos, porque el temor de los judíos había caído sobre ellos. (Ester 8:1-17).
El día que debía ejecutarse el decreto de matar a los judíos, sucedió lo contrario; porque los judíos se enseñorearon de los que los aborrecían. Los judíos se reunieron en sus ciudades, en todas las provincias del rey Asuero, para descargar su mano sobre los que habían procurado su mal, y nadie los pudo resistir, porque el temor de ellos había caído sobre todos los pueblos. Y todos los príncipes de las provincias, los sátrapas, capitanes y oficiales del rey, apoyaban a los judíos; porque el temor de Mardoqueo había caído sobre ellos. Pues Mardoqueo era grande en la casa del rey, y su fama iba por todas las provincias. Y asolaron los judíos a todos sus enemigos a filo de espada, y con mortandad y destrucción, e hicieron con sus enemigos como quisieron. En Susa capital del reino mataron y destruyeron los judíos a quinientos hombres. El mismo día se le dio cuenta al rey acerca del número de los muertos en Susa, residencia real. Y dijo el rey a la reina Ester: En Susa capital del reino los judíos han matado a quinientos hombres, y a diez hijos de Amán. ¿Qué habrán hecho en las otras provincias del rey? ¿Cuál, pues, es tu petición? y te será concedida; ¿o qué más es tu demanda? y será hecha.
Y respondió Ester: Si place al rey, concédase también mañana a los judíos en Susa, que hagan conforme a la ley de hoy; y que cuelguen en la horca a los diez hijos de Amán. Y mandó el rey que se hiciese así. Se dio la orden en Susa, y colgaron a los diez hijos de Amán. Y los judíos que estaban en Susa se juntaron también y mataron en Susa a trescientos hombres; pero no tocaron sus bienes. En cuanto a los otros judíos que estaban en las provincias del rey, también se juntaron y se pusieron en defensa de su vida, y descansaron de sus enemigos, y mataron de sus contrarios a setenta y cinco mil; pero no tocaron sus bienes. Y reposaron al día siguiente e hicieron día de banquete y de alegría. Pero los judíos que estaban en Susa se juntaron el día trece y el catorce del mismo mes, y el quince del mismo reposaron y lo hicieron día de banquete y de regocijo. Por tanto, los judíos aldeanos que habitan en las villas sin muro hacen a los catorce del mes de Adar el día de alegría y de banquete, un día de regocijo, y para enviar porciones cada uno a su vecino.0 Y escribió Mardoqueo estas cosas, y envió cartas a todos los judíos que estaban en todas las provincias del rey Asuero, cercanos y distantes, ordenándoles que celebrasen el día decimocuarto del mes de Adar, y el decimoquinto del mismo, cada año,2 como días en que los judíos tuvieron paz de sus enemigos, y como el mes que de tristeza se les cambió en alegría, y de luto en día bueno; que los hiciesen días de banquete y de gozo, y para enviar porciones cada uno a su vecino, y dádivas a los pobres. Y los judíos aceptaron hacer, según habían comenzado, lo que les escribió Mardoqueo (Ester 9:1-32).
Y Mardoqueo se convirtió en el segundo hombre más poderoso del imperio, porque procuró el bienestar de su pueblo y habló paz para todo su linaje (Ester 10:1-3).
En verdad, Dios es el gran libertador. Mardoqueo, el hombre que confió en Dios, empezó de luto y bajo la amenaza de ser colgado por Amán, pero terminó glorificado por su propio enemigo y tomando su posición como el segundo en mando. De igual modo, los judíos empezaron con “lloro y lamentación” (Ester 4:3) y terminaron festejando (Ester 8:17) y con sus enemigos destruidos (Ester 9:1).
Por otro lado, Amán, el hombre que confió en su propio poder, comenzó como segundo en mando, contento, y preparando la horca para Mardoqueo pero terminó colgado en la misma horca que había preparado para Mardoqueo.
Esta pequeña pero grande historia no da una lección, la misma que se ofrece en muchas otras partes de la Palabra de Dios, esto es, que la Palabra de Dios es inquebrantable, una Palabra que no se puede romper a pesar de que el poder humano o diabólico puede ejecutarse al contrario. Por eso, aquellos que como Mardoqueo, confían en Él “no serán avergonzados” (Isaías 49:23) sino que serán “como árbol plantado junto a corrientes de agua, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.” (Jeremias 17:8). Para terminar quiero darte el siguiente pasaje de la Biblia para que medites en el:
Salmo 37:3 Confía en Jehová, y haz el bien; Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad. 37:4 Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón. 37:5 Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará. 37:6 Exhibirá tu justicia como la luz, Y tu derecho como el mediodía. 37:7 Guarda silencio ante Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino, Por el hombre que hace maldades. 37:8 Deja la ira, y desecha el enojo; No te excites en manera alguna a hacer lo malo. 37:9 Porque los malignos serán destruidos, Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra. 37:10 Pues de aquí a poco no existirá el malo; Observarás su lugar, y no estará allí. 37:11 Pero los mansos heredarán la tierra, Y se recrearán con abundancia de paz.