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LA BIBLIA: de JOSUÉ A CRISTO


En el anterior estudio sobre la Biblia y los grandes hombres de la Biblia, hicimos un recorrido desde la creación del hombre hasta la conquista de la tierra prometida dirigida por Josué. En el estudio de hoy veremos lo que sucedió después de la conquista de la tierra prometida, hasta el inicio los tiempos de la venida de Cristo.

El PERIODO DE LOS JUECES

Jueces 2:1 El ángel de Jehová subió de Gilgal a Boquim, y dijo: Yo os saqué de Egipto, y os introduje en la tierra de la cual había jurado a vuestros padres, diciendo: No invalidaré jamás mi pacto con vosotros, 2:2 con tal que vosotros no hagáis pacto con los moradores de esta tierra, cuyos altares habéis de derribar; mas vosotros no habéis atendido a mi voz. ¿Por qué habéis hecho esto?2:3 Por tanto, yo también digo: No los echaré de delante de vosotros, sino que serán azotes para vuestros costados, y sus dioses os serán tropezadero.

Después de la muerte de Josué, Israel quedó sin gobierno organizado. Las doce tribus separarían y seguirían distintas rutas. Dios les había advertido a Israel que se mezclara con los pueblos idólatras, pero ellos no obedecieron y por culpa de esas mezclas, comenzaron a adorar los dioses falsos de estos pueblos. Durante los siguientes 300 años Israel traicionó a Dios 7 veces, adorando ídolos y en las 7 ocasiones Dios permitió que esos pueblos se enseñorearan de Israel para para traerlos al arrepentimiento.

Cada vez que se arrepentían, Dios le levantaba libertadores o jueces. Hubo 15 jueces que fueron los libertadores que guiaron al pueblo de Israel en tiempo de angustia. La mejor frase para describir ese periodo la encontramos en Jueces 17:6 que dice: “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.”

De la historia de los jueces, podemos conocer a Dios. Cuando lo desobedecemos, Dios nos quita la protección y nos deja en manos del enemigo, pero cuando nos arrepentimos él nos perdona y viene en nuestro auxilio. Así sucedió con Israel, “porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación” (2 Corintios 7:10). Al estar en manos del enemigo se produce una tristeza que lleva al arrepentimiento.

De algunos de los jueces sabemos bastante poco; pero de otros, conocemos bastante. Débora, quien juzgó juntamente con Barac, fue la única mujer juez (Jueces 4:5). De Gedeón podemos decir que con 300 hombres derrotó a un ejército de más de 30.000 (Jueces 7), gracias a su fe, pero no fue Gedeón sino fue Dios quien ganó y gana la batalla por aquellos que confían en él.

Uno de los más grandes jueces fue Jefté, quien hizo el voto de sacrificar a cualquiera que viniera a toparlo cuando él regresara de la batalla. Para su gran pesar, fue su hija (Jueces 11) y tuvo que matarla.

También recordamos la historia de Sansón, quien con su gran fuerza física contribuyó a la derrota de los filisteos (Jueces 14-16).

El último y más grande juez fue Samuel. El trajo integridad a su pueblo y preparó el camino para la unidad de Israel. Toda esta historia de los jueces la podemos ver con detalle en el Libro de Jueces.

La historia del período de los jueces no estaría completa sin algunas notas del libro de Rut, a lo que algunos llaman la más grande historia de amor de todos los tiempos. Trata de la historia de una joven moabita, quien dejó su propio pueblo para seguir a su suegra Noemí, a su nuevo hogar, en una tierra distante. Rut, eventualmente, conoció y se casó con Booz para llegar a ser la bisabuela de David y una progenitura del Señor Jesucristo. Una gentil en el linaje de nuestro Señor. El periodo de los jueces fue de aproximadamente 300 años.

EL PERIODO DE LOS REYES

La etapa más gloriosa de Israel fue la que se conoce como la del Reino Unido; llamado así, para distinguirlo del Reino Dividido, el cual le siguió. En este periodo sobresaldrán los tres primeros reyes: Saúl, David y Salomón. La historia de este período está relatada en 1 y 2 de Samuel, en los primeros 11 capítulos de 1 Reyes, y en 1 de Crónicas.

1 Samuel 8:1 Aconteció que habiendo Samuel envejecido, puso a sus hijos por jueces sobre Israel. 8:2 Y el nombre de su hijo primogénito fue Joel, y el nombre del segundo, Abías; y eran jueces en Beerseba. 8:3 Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho. 8:4 Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron a Ramá para ver a Samuel, 8:5 y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones. 8:6 Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró a Jehová. 8:7 Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos.

Israel pidió un Rey y aunque Dios estaba muy descontento con la petición, instruyó a Samuel para ungir como rey a un joven llamado Saúl, cuya cabeza y hombros sobresalían entre la gente. Saúl gobernó bastante bien durante sus cuarenta años de reino. Israel era perseguido por sus enemigos y él se dio a la tarea de echarlos atrás. Su ejército derrotó a los amonitas, a los filisteos, a los moabitas, a los edomitas y a otros. Pronto Saúl fue una figura popular entre el pueblo. Pero su popularidad se le fue a la cabeza, y dejó de ser un humilde siervo de Dios. En vez de eso, se convirtió en un ser obstinado, hacía lo que quería, y se oponía así a la voluntad de Dios. En una ocasión fue comisionado por Dios para destruir totalmente a los amalecitas. En vez de eso, perdonó al rey y salvó lo mejor de su ganado. Su escusa fue que los animales eran para ofrecerlos en sacrificio. El profeta Samuel lo reprendió con estas palabras: “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención, que la grosura de los carneros” (1 Samuel 15:22). Entonces Dios desechó a Saúl como Rey.

Aunque Saúl todavía reinaba, Dios mandó a Samuel a ungir a su sucesor, un joven pastor llamado David, uno de los más grandes personajes de la Biblia. Después de su ungimiento, David fue llamado por Saúl para que le tocara el arpa cuando su espíritu estaba turbado. Saúl lo amó profundamente y lo constituyó su escudero. David se empezó a destacar rápidamente, al acabar con gigante Goliat. Fue nombrado jefe del ejército y la gloria que le sobrevino provocó los celos de Saúl quien quiso matarlo, haciendo que David huyera al desierto.

Quizás la más bella amistad en la Biblia sea la de David y Jonatan el hijo de Saúl, quien constantemente buscaba cómo salvar a David de la ira de su padre.

Después de la muerte de Saúl, David fue coronado rey de la tribu de Judá mientras que Isboset hijo de Saúl, reinó sobre el resto de Israel. Cuando cayó su reinado, siete años después, David gobernó sobre todo Israel y escogió a Jerusalén como su capital. En guerras sucesivas, David extendió su reino desde el Nilo hasta el Río Éufrates.

A diferencia de Saúl, por su obediencia, David fue reconocido por Dios como un hombre conforme a su corazón El Señor declaró: “He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero” (Hechos 13:22).

A pesar de todo, como ser humano, David se enamoró de Betsabé, la esposa de Urías, el heteo, un miembro del ejército judío. David ordenó que enviaran a Urías en las líneas del frente de batalla para que lo mataran y así quedarse con su mujer. Todo esto desagradó a Dios profundamente, y por eso envió a Natán el profeta para que reprendiera a David (2 Samuel 12). Aunque David se arrepintió y pidió perdón, Dios le dijo que la espada no se apartaría nunca de su casa (2 Samuel 12:10). Esto nos enseña que aunque Dios perdone nuestros pecados, debemos pagar las consecuencias de los mismos.

Y los problemas empezaron, su hijo Absalón asesinó a su propio hermano. Más tarde, Absalón dirigió una revuelta contra David y murió en el atentado. Su otro hijo Adonías intentó usurpar el reino con la ayuda de Joab, general de confianza de David. Para impedir que el reino pasara a malas manos, David coronó a su hijo Salomón, estando él vivo todavía.

Mientras el reinado de David fue de agitación, el de Salomón fue de paz inquebrantable.

1 Reyes 3:11 Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oir juicio, 3:12 he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. 3:13 Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días.

Salomón le pidió sabiduría a Dios en lugar de riquezas; y Dios lo convirtió en el sabio y más rico de la tierra. Esto nos deja otra enseñanza, a Dios no tenemos que estarle pidiendo riquezas como enseñan los predicadores de la doctrina de la prosperidad, a Dios hay que pedirle sabiduría para andar en sus caminos y él nos dará todo lo que necesitamos.

Salomón convirtió a Israel en el país más poderoso de la tierra, con 1.400 carrozas, 12.000 jinetes, y un ingreso anual equivalente a 20 millones de dólares actuales. Cuando Sabá visitó a Salomón para ver si todos los reportes de su fama eran ciertos, quedó tan asombrada que exclamó: “Ni aún se me dijo la mitad; es mayor tu sabiduría y bien, que la fama que yo había oído” (1 Reyes 10:7).

La realización más grande de Salomón fue la edificación del templo de Dios, para sustituir el tabernáculo, en el que Israel había adorado desde sus andanzas por el desierto. Probablemente ninguna estructura en la historia del mundo haya igualado su costo. Construido por 30.000 hombres, en siete años y medio, su costo fue Se reunió un total de 108.000 talentos, 10.000 dáricos de oro y 1.017.000 talentos de plata. ¿En dólares? Según valores actuales equivaldría, aproximadamente, a más de 150.000 millones de dólares. No todo se gastó, y lo que quedó, se depositó en la tesorería del templo.

1 Timoteo 6:9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; 6:10 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.

Tan cierta es esta palabra, que el mismo Salomón se vio atrapado en las riquezas, que eventualmente lo condujeron a la perdición. El buscó toda clase de placer. Llegó a tener 700 esposas y 300 concubinas. Sin dinero no hubiese podido hacer eso. El alto costo de su vida lo condujo a cargar de impuestos al pueblo, causando así insatisfacción.

1 Reyes 11:4 Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David.

El reino de Salomón había comenzado con sabiduría, pero sus mujeres idólatras lo envolvieron y Salomón terminó adorando los dioses falsos de esas mujeres.

1 Reyes 11:11 Y dijo Jehová a Salomón: Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo. 11:12 Sin embargo, no lo haré en tus días, por amor a David tu padre; lo romperé de la mano de tu hijo. 11:13 Pero no romperé todo el reino, sino que daré una tribu a tu hijo, por amor a David mi siervo, y por amor a Jerusalén, la cual yo he elegido.

Cuando terminaron sus cuarenta años de reinado. Salomón se sentía enteramente desilusionado e infeliz. A causa de su idolatría, Dios haría que su reino se dividiera luego de su muerte

LA DIVISIÓN DEL REINO

A la muerte de Salomón, Roboam su hijo subió al trono. Sus súbditos estaban a disgusto por la pesada carga de impuestos de Salomón, y le pidieron a Roboam rebajarlos o quitarlos. Roboam contestó: "Mi padre agravó vuestro yugo, pero yo añadiré a vuestro yugo" (1 Reyes 12:14).

Por tal motivo, diez de las doce tribus derrocaron a Roboam y coronaron a Jeroboam (jefe del ejército) como el rey de estas 10 tribus. El reino se dividió en dos, el reino de Jeroboam vino a ser conocido como el Reino del Norte o Israel. Las tribus de Judá y Benjamín que no participaron en la revuelta, permanecieron fieles a Roboam en lo que se conoció como el Reino del Sur o Judá. La tribu de Benjamín era tan pequeña que fue virtualmente absorbida por la tribu de Judá. En los libros 1 y 2 Reyes y 2 de Crónicas se relatan todos los detalles de la historia completa del reino dividido. Durante sus primeros ochenta años, el Reino del Norte estuvo casi continuamente en guerra contra Judá.

El reino del norte que duró 253 años, tuvo malos reyes, ni uno solo de sus 19 reyes resultó bueno. Varios reyes fueron asesinados y reemplazados por usurpadores. Su primer rey Jeroboam colocó dos ídolos en Dan y en Betel, para que los adoraran. Tanto se encolerizó Dios por esta acción que envió al profeta Ahías para predecir la caída de este reino. El profeta declaró:

1 Reyes 14:15 Jehová sacudirá a Israel al modo que la caña se agita en las aguas; y él arrancará a Israel de esta buena tierra que había dado a sus padres, y los esparcirá más allá del Eufrates, por cuanto han hecho sus imágenes de Asera, enojando a Jehová. 14:16 Y él entregará a Israel por los pecados de Jeroboam, el cual pecó, y ha hecho pecar a Israel.

Después de la muerte de Jeroboam, la idolatría llegó a ser más excesiva que antes. El rey Acab se casó con una sacerdotisa llamada Jezabel, hija del rey de Tiro. Ella introdujo la adoración al dios Baal y abolió la adoración de Jehová en Israel. Es dudoso que se encuentre en la Biblia a otra mujer tan mala, tan sin escrúpulos; y Acab fue tan débil que dio paso a todos los malos designios de su esposa.

Dios envió al profeta Elías para denunciar esta idolatría. Elías condujo una competencia con los profetas de Baal en el Monte Carmelo; y cuando se probó que ellos eran falsos, él los mató. Esto hizo que Jezabel ordenara matar a Elías, pero no tuvo éxito en su intento.

El mejor de todos los reyes de Israel fue Jehú quien sucedió al hijo de Acab como rey. Con determinación mató a Jezabel y abolió la adoración de Baal. De la mayoría de los reyes que siguieron a Jehú se dice que "no se apartaron de los pecados de Jeroboam”.

Dios cumplió lo profetizado por Ahías de castigar y esparcir a Israel. En el año 722 A.C. el poderoso rey de Asiría llevó en cautiverio a Israel a Asiría, y ellos nunca regresaron. El reino del norte acabó para siempre, Israel dejó de existir.

Dese este momento histórico, sólo el reino de Judá continuaría, por eso a los israelitas se les llama judíos. Judá fue más pequeño y más débil que Israel, sin embargo, en sus 388 años de historia permaneció fiel a Dios. Todos sus reyes eran de la familia de David. Judá quiso declinar bajo Roboam, pero durante los reinados Asa y Josafat vino un gran avivamiento en la nación.

Desdichadamente, en los siguientes años, Judá adoptó la religión de Baal. Esto permaneció hasta el reinado de Ezequías quien desarraigó por completo la idolatría de su reino. Pero el hijo de Ezequías, Manases, tuvo de malo lo que Ezequías tuvo de bueno. En sus cincuenta y cinco años de reinado introdujo la idolatría nuevamente e hizo pasar por fuego como un rito religioso a sus propios hijos.

Esto causó que Dios prometiera, a través de los profetas, que Judá sería castigado por su idolatría.

Pero luego gobernó Josías que introdujo tan grande renacimiento en la adoración a Jehová, como nunca se había visto.

Ocurrida la muerte de Josías, Judá decayó rápidamente. Todos los restantes reyes fueron idólatras. Y en el años 606 AC el rey Nabucodonosor de Babilonia llevó a la mayoría de los judíos en cautiverio a Babilonia, como los asirios habían hecho con Israel más de 100 años antes. Sedequías, el último rey de Judá, gobernó a los pocos que no fueron cautivos pero en el año 587 A.C., él y el resto también fueron llevados cautivos a Babilonia. Dios permitió ese cautiverio de Judá como un pago por su idolatría.

Los judíos permanecieron setenta años cautivos en Babilonia, sin que ninguno retornara. Los detalles de esa cautividad se encuentran en los libros de Daniel y Ester. Mientras que Daniel es un libro de profecía, también contiene mucha historia e interesantes narraciones tales como la de los tres jóvenes hebreos echados en el horno de fuego, Daniel en el foso de los leones y la escritura en la pared. Pero lo más importante de Daniel es la profecía de las 70 semanas que Dios le dio y mediante la cual se revela el futuro de Israel y de todo el planeta, lo que culminaría con el Mesías que vendría a gobernar sobre la tierra por los siglos de los siglos.

El libro de Ester nos narra cómo una joven judía llegó a ser reina, y cómo ella salvó a su pueblo cuando ya estaba a punto de ser destruido. En el año 536, con Zorobael se inicia un pequeño éxodo de judíos a su tierra.

Esdras, el gran sacerdote y escriba, condujo un grupo ochenta años más tarde. En el año 444 A.C., el rey Artarjerjes dio la orden de reconstruir el templo y la ciudad de Jerusalén y empezó otro éxodo de judíos de la mano de Nehemías para reconstruir los muros de Jerusalén. Estos regresos se narran en los libros de Nehemías y Esdras. No todos los judíos regresaron ni se restableció nunca más el Reino de Judá.

LOS LIBROS POÉTICOS

La poesía de los antiguos judíos consistía preferiblemente de pensamientos rítmicos, en los cuales las mismas ideas eran repetidas en sucesivos enunciados en diferentes palabras. Hay cinco libros poéticos en el Antiguo Testamento: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés y Cantares de Salomón. Salomón fue el autor de los tres últimos. De los 150 salmos, 73 son atribuidos a David, y hasta es probable que él fuera el autor de varios de los salmos anónimos. El autor del libro de Job es desconocido, lo mismo que la fecha de su escritura. Una gran mayoría de estudiosos de la Biblia consideran que este libro es el más antiguo de la Biblia, o sea que se escribió primero que el libro del Génesis, pero se incluyó en el orden de los libros poéticos.

Este libro es la historia de un hombre justo que perdió todo lo que tenía pero aún así permaneció fiel a Dios. Mucho del libro está escrito en forma de debate entre Job y sus amigos, quienes trataron de convencerlo de que su ruina era el resultado de su pecado. Job demostró su inocencia; y por su fidelidad a Jehová fue recompensado con más grandes bendiciones que las que tenía antes de su aflicción.

Uno de los más amados libros de la Biblia entera es el de los salmos. Un salmo es una canción de alabanza. Algunos de los salmos han sido arreglados con música y son cantados por los cristianos hoy día. Originalmente el libro fue dividido en cinco secciones. El salmo más corto es el 117; y el más largo, el 119, que tiene 176 versos.

Se ha dicho que Salomón escribió el Cantar de los Cantares cuando joven; Proverbios, a la mitad de su vida, y Eclesiastés, cuando era viejo. Los cantares de Salomón son un bello canto de amor matrimonial. Los Proverbios son un conjunto de dichos sabios, muy familiares para todos nosotros. ¿Qué de Eclesiastés? Salomón lo había tenido todo, riquezas y muchas mujeres, y se da cuenta que nada de lo material, ni las mujeres le daban la felicidad, por el contrario, lo habían alejado de Dios. Arrepentido por dejarse llevar por las cosas del mundo y darle la espalda al único Dios verdadero escribe este libro para todos aquellos que buscan la felicidad en las cosas materiales. Empieza con el pensamiento "Vanidad de vanidades, todo es vanidad" (Eclesiastés 1:2). Y termina: "Teme a Dios, y guarda sus mandamientos: porque esto es el todo del hombre" (Eclesiastés 12:13).

LOS LIBROS PROFÉTICOS

Los diecisiete libros de profecía del Antiguo Testamento pueden dividirse en cinco profetas mayores y doce profetas menores. Esto es debido a su mayor o menor extensión.

Los profetas fueron los mensajeros que trajeron la palabra de Dios al hombre. La mayoría de ellos vivió durante tiempos difíciles, cuando Israel se había vuelto a la idolatría. Algunos de ellos fueron sacerdotes, y otros de sangre real. Elías y Eliseo, que no nos dejaron ningún documento escrito.

Los profetas fueron la conciencia de Israel. Su misión fue tratar de salvar a la nación de la idolatría y advertirlos que por esa causa serían destruidos. Pero los profetas llevaban además un mensaje esperanza a los cautivos: un Mesías vendría a salvarlos.

Ese mensaje sigue hasta hoy, pero pareciera que la gente no quiere salvarse, porque millones en todo el mundo continúan con la idolatría que les ofrecen algunas religiones.

Las profecías predicen el futuro, como la destrucción de ciudades tales como Nínive y Babilonia, y tratan ampliamente la venida del Mesías.

Entre los profetas mayores está Isaías quien ha sido llamado el "profeta mesiánico" porque predijo la venida del Mesías y que éste sería de la simiente de David. El capítulo 53 de su libro es quizá la más bella profecía de Cristo en la Biblia.

Jeremías fue el profeta llorón, como indica el título de uno de sus libros: Lamentaciones. Advirtió a Judá que se arrepintiera, para evitar su destrucción.

Ezequiel y Daniel fueron profetas durante la cautividad babilónica. Los escritos de Ezequiel son altamente simbólicos y algo difíciles de entender. El libro de Daniel, por otro lado, contiene predicciones sobre Babilonia y Persia. Fue él quien predijo el establecimiento del reino de Jesucristo, diciendo: "Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre" (Daniel 2:44).

Joel profetizó a Judá como un llamado al arrepentimiento y Jonás fue enviado a profetizar a los ninivitas al arrepentimiento. Como los odiaba, Jonás se negó a profetizarles y quiso huir en una barca. Pero la barca se quiso hundir y lo echaron al mar en donde una ballena se lo tragó. A los tres días la ballena lo devolvió a tierra para que llevara su mensaje. Jonás se dio cuenta que no podía huir de Dios y terminó haciendo lo que se le ordenó. Nínive se arrepintió y fue perdonada.

Pasaron 150 años y Dios envió Nahum para repetir la advertencia a los ninivitas.. Esta vez no se arrepintieron y fueron destruidos.

La profecía de Abdías, de tan solo un capítulo, es dirigida contra la tierra de Edom, al sudeste del Mar Muerto. La predicción de su ruina fue totalmente cumplida con el aniquilamiento completo de esa nación.

Los profetas Amos y Oseas quienes fueron contemporáneo, llevaron un mensaje especial al Reino de Israel. Amos, un pastor, no limitó sus amonestaciones a Israel, sino que también pronunció su infortunio al reino de Judá y a otras naciones.

Oseas empleó la tragedia de su propia vida para mostrar a su pueblo, que así como su esposa le había sido infiel a él, también Israel había cometido adulterio espiritual por su infidelidad a las leyes de Dios y sería castigada a menos que se arrepintiera.

Sofonías y Miqueas fueron enviados ambos a Judá. Sofonías profetizó que un remanente de Israel sería salvo. Miqueas declaró que el Mesías vendría de la pequeña aldea de Belén.

Habacuc profetizó que "El justo vivirá por la fe" (Habacuc 2:4), la gran enseñanza que se repite en el nuevo testamento. Los profetas Hageo y Zacarías fueron enviados a los judíos cautivos en Babilonia. Zacarías predijo que Cristo sería vendido por treinta piezas de plata.

Malaquías concluye las profecías del Antiguo Testamento con una denuncia sobre la vana adoración de los judíos, y sobre el robo que la hacían a Dios sobre los diezmos y las ofrendas, y la promesa de que Dios enviaría a Elías el profeta antes del día del Señor.

Durante los siguientes 400 años a la caída del reino de Judá, lo judíos serán repatriados a su tierra, pero estarán bajo el dominio de los persas, los macedonios y por último bajo el imperio de los romanos. Y durante todo ese periodo no habrá un solo profeta, Dios guardará silencio. Después de esos 400 años, nacerá un nuevo vocero de Dios, en la ciudad de Belén, un niño nacerá de una virgen, su nombre es Jesús y 33 años después se convertirá en Cristo Jesús, pero de eso hablaremos en la siguiente entrega.

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